LÍMITES, DIVINO TESORO

 

La vida tiene un antes y un después desde que empecé a incluir límites con conciencia, sabiendo que la mayoría serían para mí misma.

Establecer límites es un ejercicio de fe, de confianza, de amor responsable. Nos enfrentamos a nuestros demonios internos, esos sentimientos que nos debilitan, nos hacen dudar y nos llenan de miedos.

No reniego de los demonios ni de la oscuridad. Ambos son tan vitales como la luz. Si no existieran, estaríamos anestesiados de una gran parte del lenguaje de las emociones, de una parte de nuestro ser y del mundo que nos rodea, que trae la información necesaria para darnos sentido y crecer.

A menudo, estos demonios nos protegen. Cuando se vuelven muy intensos, nos detienen. Afortunadamente, hay un mundo luminoso dentro de nosotros que nos equilibra, así como un exceso de luz puede necesitar un poco de oscuridad para aterrizarnos.

En el plano de las acciones, los límites empezaron a aparecer acompañados de mucha información, de ayuda profesional, de apoyo. Porque por más teoría que tengamos, por más profesionales que seamos, cuando la experiencia es propia, el dilema nos pertenece y estamos inmersos en el problema también.

No es solo el adolescente por ser adolescente, o sus amigos. Es multidimensional. Sí, hay una edad vital con características biológicas, pero también hay un entorno (ahí estoy yo), una cultura, una comunidad, una subjetividad colectiva. No puedo quedarme fuera. Los cambios positivos que yo haga en mi vida impactarán directamente en mi entorno (ahí están nuestros hijos).

Volviendo a los límites, cuestan, y mucho, sobre todo porque no veremos resultados inmediatos en muchos casos. Todo es un proceso de aprendizaje, de sostén, de integración en la vida diaria. Las miradas empiezan a cambiar: la nuestra hacia nuestros hijos y la de nuestros hijos hacia nosotros.

Cuestan porque es algo nuevo que incorporamos en una dinámica a la que estamos acostumbrados. Irrumpen como el caos, cambiando a todos.

Como mencioné antes, habrá portazos, berrinches. Pero no debemos sucumbir ni asustarnos. Es una reacción normal ante un cambio. La resistencia y manipulación son parte del proceso. Para generar cambios, a veces hay que desarmar, crear caos, incomodar y aguantar el tsunami. Luego, cuando todo se reordena y vuelve la calma, el límite se absorbe en una nueva síntesis y se construye un vínculo más saludable, con uno mismo y con los demás.

Fuerza, límites, siempre centrados en "qué necesita", no en qué necesito yo que haga o deje de hacer.

Quizás necesita un "NO" firme y claro, y que sea un "no", no un "NO BUENO SI". De lo contrario, esos "no bueno si" estarán presentes en su vida frente a muchas decisiones personales.

Lo mismo aplica para nosotros. Preguntate, "¿qué necesito YO?". ¿Cuáles son mis límites? ¿Dónde necesito sostenerlos para que me contengan y me conecten?.

Animate, éxitos y valor!